El mono llevaba bastantes días mirando la fruta que colgaba de la rama del árbol. Sabíaque aún estaba verde, que le faltaban pocos días para que estuviera madura y a punto de comer.
Pero el mono era testarudo, estaba acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, solo por puro deseo, solo por hacer, sin pensar, sin meditar, sin recapacitar. No es que las cosas le hubieran salido bien hasta la fecha, muy al contrario, llevaba dentro de si toda una colección de frustraciones sobre sus actos, más allá de donde podía recordar.
Cada día trepaba por el tronco del árbol y saltaba de rama en rama tratando de llegar a la fruta tan deseada, pero la rama de donde pendía la tan anhelada fruta era demasiado frágil para aguantar su peso. Cerca de donde se desarrollaba la actividad del mono con su deseada fruta, se encontraba un estático lagarto posado sobre una piedra, tomando su ración energética que le regalaba el sol.
Parecía que el lagarto era ajeno al todo el baile qué día sí y día también, organizaba el mono alrededor del árbol y su fruto. Cuando el lagarto ya había recibido la energía suficiente para mantener su cuerpo caliente, marchaba del lugar en busca de lo que la Vida le quisiera dar, no se preocupaba, ya que sabía que siempre encontraría algo con que alimentarse y pasar el día.
Al día siguiente, como en días anteriores, se volvió a repetir la misma escena; el lagarto estático sobre la piedra recibiendo el calor del sol; el mono, esta vez muy enfadado, dandovueltas al tronco del árbol, saltando sobre las ramas y, como siempre, sin conseguir su anheladafruta.
Hasta tal punto llegó la desesperación del mono que empezó a tirar piedras y tozos de ramas que había por el suelo a la fruta deseada, para ver si de esta manera la podía tirar a tierra y comérsela de una vez.
Pero la desesperación y la ansiedad no templan la puntería y es así que todos los proyectiles que lanzaba pasaban cerca, muy cerca de la fruta, pero ninguno daba en el blanco. Dentro de su desesperación y determinado a que esta situación tuviera su final ese mismo día, observó que, apoyado en otro árbol próximo al lugar, había una rama caída cuya longitud le parecía idónea para llegar a la fruta deseada. Sin pensarlo dos veces se fue en dirección a dicho árbol para recoger la rama que por fin le serviría para coger y saborear la fruta que ya se había convertido en obsesión enfermiza.
Pero mira por donde, en el mismo instante que se dirigía corriendo a coger la rama, la fruta, que ya estaba madura y a punto, se desprendió de la rama y por la ley de gravedad inicio su último viaje hacia el suelo, el cual no llego a tocar, ya que fue hábilmente atrapada por el estático lagarto que cada día, desde el mismo lugar lo observaba todo y, tranquilamente, como hacía cada día que la Vida le daba su ración, se marchó a un lugar tranquilo donde comérsela.
Como se puede pensar, el mono se enfadó como sólo los monos saben enfadarse. Después del enfado, juró y perjuró que en cuanto volviera a ver al lagarto tendría una larga conversación con él.
Cuando la calma le fue invadiendo, se puso a meditar el por qué siempre sus aventuras tenían que acabar de esa manera, con frustración, con pena, con dolor, peleado con todos y con todo y cada nuevo día, la misma historia.
Por primera vez en su vida el mono empezó a escuchar una voz, en principio muy débil, pero cuanto más silenciaba su mente y sus pensamientos, más fuerte la oía. Le sorprendió esa voz, miró alrededor y no vio a nadie, estaba, como siempre, solo.
Observo que la voz venía de su interior, de su corazón y esta le decía: “Tienes que ser paciente, tomar lo que necesites realmente, todo aquello que la Vida te da, porque ella sabe lo que necesitas y cuando lo necesitas, porque todo tiene su momento y su lugar para que ocurra e ir en contra de esta Ley es ir en contra nuestra y lo único que nos reporta es dolor, sufrimiento, enfermedad y muerte. Déjate llevar y confía en la Vida, todo lo que ella te de será bueno para ti y por extensión a todos los seres, todo aquello que quieras coger sin permiso, sin que sea el momento, será malo para ti y por extensión a todos los seres”.
El mono se quedó maravillado por la explicación y decidió que, una vez al día,sintonizaría con la Voz para aprender cada día más. Desde entonces, el mono se ha vuelto paciente, antes de actuar observa y acepta, comosu nuevo amigo el lagarto, todo lo que la Vida le regala y en la selva ahora hay un mono menos y un sabio más