Se rumoreaba entre el pueblo que ChuangTzu tenía muy buenas dotes para el dibujo. Cuando este rumor llegó a oídos del rey, éste lo mandó llamar a la corte y una vez allí, le dijo:
“Sé que estás muy dotado para el dibujo, ¡quiero que me dibujes un cangrejo!” A lo que ChuangTzu respondió: “Muy bien, pero ahora no puedo, necesito tiempo”. Entonces el rey le dijo: “De acuerdo, puedes tomarte el tiempo que necesites”. Y esperando una respuesta muy diferente, el rey le preguntó: “¿Cuánto tiempo necesitas?”.
ChuangTzu, sin más respondió: “Necesito cinco años”. El rey se sintió contrariado, pero como ya le había concedido previamente lo solicitado, tuvo que acceder a la petición y a continuación Chuang regresó a su casa. Pasados los cinco años, el rey mandó llamar a palacio de nuevo a ChuangTzu y una vez en su presencia le dijo: “Han pasado ya los cinco años, ¿habrás tenido tiempo suficiente para dibujarme el cangrejo o es que necesitas más?”
A lo que ChuangTzu respondió: “No he tenido el tiempo suficiente para dibujarlo, necesito cinco años más” Y nuevamente ChuangTzu abandonó el palacio sin haber dibujado nada.
Pasado el plazo de los cinco nuevos años y agotado el tiempo, ChuangTzu fue llamado otra vez al palacio. Entonces nada más entrar a la presencia del rey y sin mediar palabra, tomó un pincel y en un instante y de un solo movimiento, dibujó el cangrejo más perfecto que jamás se había visto, entregándoselo al rey. Había necesitado diez años para hacerlo.